Nov. 1989
Hacía varios meses que Ricardo Reichart, mi concuñado, buscaba por mi encargo un campo para comprar en esta zona. Un domingo de noviembre de 1989, en el momento que acabábamos de llegar de Europa con María, me llamo por teléfono y me dijo: “lo encontré, pero si lo querés tenés que firmar mañana porque ya hay otro comprador”. El lunes a la mañana, sin verlo, cerré la operación.
La Payana fue una fracción de un campo mayor perteneciente a los Ortiz Basualdo desde fines del siglo XIX. Alfredo Iribarren lo había comprado y bautizado pocos años antes de vendérmelo a mí.
Al comienzo era, al igual que todos los campos de la Cuenca del Salado, un campo de cría. El planteo era muy sencillo: potreros muy grandes, alambre de 7 hilos y alrededor de 0,7 vacas por hectárea. Nos guardábamos las terneras necesarias para la reposición y el resto de las hembras y todos los terneros se vendían al destete.
Hoy, gracias al asesoramiento de Manuel del Carril (h) que nos acompaña hace más de 20 años y al CREA Maipú, al que pertenecemos desde su fundación, hace muchos años que no vendemos terneros. En las lomas hacemos agricultura y en los potreros medios sembramos pasturas para la recría. De hecho, recriamos toda nuestra producción a pasto y la terminamos con grano en nuestros propios corrales.
2011
En el año 2011 empezamos con mi hijo Fede a pensar en el criadero de cerdos.
Lo primero que hicimos fue darle formalidad e importancia al Directorio de La Payana S.A., al que se incorporaron, además de Fede, Christian y Martín. Reconozco que fue una gran idea porque sus aportes fueron y son de una enorme importancia.
Inicialmente tuvimos una serie de reuniones con un grupo de asesores que nos confirmaron que el proyecto tenía sentido económico y que resistía bastante bien frente a diversos escenarios adversos, pero el gran aporte provino de Pacuca, que con una generosidad sin límites, nos abrió sus puertas y nos facilitó todos los conocimientos iniciales indispensables para quien comienza un negocio sin experiencia previa.
2012
En noviembre de 2012 empezamos las obras de la primera etapa. Más de 5.000 m2 consistentes en una padrillera, laboratorio, un galpón de gestación para 350 madres, un galpón de maternidad, uno de recría y cuatro de engorde. Adicionalmente, hubo que encarar toda la infraestructura necesaria para acompañar la producción: edificio de administración, filtro sanitario, caminos de acceso enripiados, luz, agua, tratamiento de efluentes, cerco perimetral, grupo electrógeno, etc.
2014
Las obras se terminaron en abril de 2014, y en junio de ese año vendimos la primera tropa de capones.
El criadero comenzó tercerizando la elaboración del alimento balanceado, con una planta ubicada a 100 km. Luego de dos años, y habiendo aprendido el negocio, decidimos avanzar y construimos nuestra propia planta, que al igual que el resto de las instalaciones, prevé el crecimiento modular. Esta inversión nos permitió bajar un 20% el costo de producción.
2018
En mayo de 2018 comenzamos la construcción de la segunda etapa del criadero, con el objetivo de convertirnos en una granja de 700 madres. El nuevo lay out y las obras ejecutadas contemplan la posibilidad de seguir creciendo como ciclo completo o pasar a un Sitio 1 (gestaciones y maternidades) con satélites de destete – venta.
En junio de 2019 terminamos las obras, y desde agosto de ese año estamos vendiendo dos tropas semanales, lo que representa más de dos millones y medio de kilogramos por año.